Por Gabriel Rosenbaun

 

A los 14 años, meses antes de que Argentina se adueñara del oro olímpico, ya estaba en el radar del Real Madrid. Apenas cumplidos los 15 fue campeón Sudamericano y Jugador Más Valioso del torneo, con el entrenador Rubén Magnano mirando de cerca lo que hacía esa selección de cadetes en Catamarca. A los 17 jugó el Mundial U19 en Serbia y, cuando se cruzó con Estados Unidos, hizo más puntos que Stephen Curry y DeAndre Jordan. Al año siguiente debutó en la Albiceleste de Mayores y conquistó el título en Chile.

El destino de Diego Gerbaudo parecía sellado para vestir la celeste y blanca y hacer historia. Una luz fulgurante, incandescente. Pero esa historia se hizo pasado demasiado rápido, dejando el rastro de una estrella fugaz.

–En 2005, pocos días después del segundo anillo de Manu Ginóbili en la NBA, fuiste parte del campus Básquet Sin Fronteras, en Buenos Aires. Estuvieron Manu, Gregg Popovich, Fabri Oberto, Chapu Nocioni, Carlitos Delfino y muchos más. ¿Qué recuerdos tenés de esos días?

–Son momentos únicos. Ahí conocí a Manu Ginóbili, que fue el mejor basquetbolista argentino que tuvimos y que vamos a tener. Ojalá que aparezca alguno mejor, pero el que yo haya visto o vaya a ver siempre será Manu. Después, claro, pude conocer a otros «monstruos» de la NBA, ver cómo se manejan y todo el «circo», que para un chico es maravilloso. Disfruté de tres ediciones del Básquet Sin Fronteras: el primero fue el de Río de Janeiro, después el de Buenos Aires y por último el de Puerto Rico. Fueron inolvidables.

Desde el Básquet Sin Fronteras de 2004, en Brasil, Diego Gerbaudo fue parte de la élite de los jóvenes de vanguardia, los pibes que estaban llamados a ser las estrellas del futuro. Los campus internacionales de la NBA, los torneos de L’Hospitalet con el Real Madrid, las exhibiciones organizados por marcas comerciales. Un recorrido que llegó hasta el Nike Hoop Summit de 2008, con Serge Ibaka y Boban Marjanović como parte del «circo», entre otros.

La Selección del Mundial U19 de 2007 (Foto: CABB / Archivo)

–En 2004 fuiste campeón y MVP del Sudamericano de cadetes. Ese torneo fue el primero de una Selección después del oro olímpico en Atenas y Rubén Magnano fue a Catamarca a estar con el equipo.

–¡Sí! Fue increíble, increíble. Para nosotros, que estuviera Rubén con nosotros en el banco fue tremendo: al equipo lo dirigía Marcelo Fernández, pero Rubén estuvo ahí buena parte del Sudamericano. Fue un torneo soñado, tanto por la presencia de él, que venía de conseguir la medalla de oro en Atenas, como por el hecho de ser campeones en Catamarca, con el estadio lleno. Fue algo muy lindo, imborrable. Ayer estuve en la casa de mi mamá y veía el premio, que es un tronco tallado, que está buenísimo. Me quedaron recuerdos y estas cosas que están conmigo para siempre.

–Sigamos con Selección, porque hay una anécdota muy grossa. En el Mundial Sub 19 de Serbia, en 2007, jugaste contra Estados Unidos e hiciste más puntos (13) que Stephen Curry (12) y DeAndre Jordan (4).

–¡Todos llegaron menos yo! Jaja. En esa época, Curry casi no jugaba. Era suplente y jugaba muy poco. DeAndre Jordan jugaba más. Estaba Patrick Beverly, que ya era «quilombero» en ese torneo. Me acuerdo que el base titular era John Flynn, al que enfrenté en varios torneos y después se fue a Minnesota. Haber compartido cancha con esos «monstruos» de la NBA es hermoso.

El equipo de EEUU, con Stephen Curry, que jugó el Mundial U19 de 2007 (Foto: USA Basketball)

–¿En aquella época alguien podía suponer que Curry haría lo que terminó haciendo?

–Nunca pensé que pudiera llegar tan lejos. Además, es un tipo que cambió el juego. La cantidad de triples que mete por partido es una locura. Definitivamente, es un jugador que cambió el juego. Y será uno de los mejores basquetbolistas de la historia, sin dudas.

Captura de la edición papel de La Voz del Interior

–Tu parábola de Selecciones va de 2004 a 2008, cuando te convocan a la Mayor que se entrenaba para el Sudamericano mientras el otro grupo se preparaba para los JJOO de Beijing.

–Claro, estuve en esa Selección. Me «cortaron» un poco antes del Sudamericano de Puerto Montt. Pero se lesionó Sebastián Vega y yo era el número 13, así que me llamaron a la casa de mis viejos a James Craik para que armara el bolso rápido y me fuera al Sudamericano.

Captura de la edición papel de La Voz del Interior

–A los 18 años debutaste con la Mayor y fuiste campeón. ¿Te imaginabas un gran futuro en Selección?

–Ese Sudamericano fue algo increíble. Ese equipo ya tenía tres bases (Maximiliano Stanic, Luis Cequeira, Nicolás De Los Santos) pero una de las primeras veces que tuve algo de suerte en el básquet fue que me convocaran para esa Selección después de haber quedado afuera unos días antes. Lo malo fue que ocurrió eso por la lesión de Seba. Fue algo único: compartir con «el Gringo» Pelussi y Maxi Stanic, por ejemplo. Paolo Quinteros, Román González, y «Pipa» Gutiérrez lograron el bronce en Beijing poco después. Lo disfruté compartiendo y viendo de cerca a esos «monstruos». Fue algo increíble.

Captura de la revista digital Básquetblog

–¿Te quedaste con ganas de alguna otra convocatoria para una Selección? Porque la última fue esa, a los 18 años.

–Sí, la verdad es que sí. Me hubiera gustado tener una experiencia más. Pero no se dio. Son circunstancias y cosas que pasan. Había unos jugadorazos y no me tocó más. Tuve ganas, pero no se dio.

 

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