Por Gabriel Rosenbaun

 

«Este equipo se armó para ser protagonista. Con los nombres que había, la dirigencia y el mismo «Sepo» (Ginóbili, el DT con el que Instituto arrancó la temporada) dijeron que teníamos que ser protagonistas. El equipo tuvo un buen arranque y después alternó buenas y malas. Ahí empezaron los cambios de jugadores que hoy, a la distancia, puedo decir que no terminaron siendo buenos ni productivos. Es evidente que no se logró el objetivo», detalla Gustavo Peirone sobre el recorrido de la Gloria en la Liga Nacional 2020/21.

–¿Fue una decepción o fue, en cierto modo, un fracaso? Quizás le tenemos miedo a la palabra fracaso. Y no es un pecado fracasar en algo, porque es no implica no haberse entregado al máximo.

–En parte tenés razón. Son muchas más las veces en las que fracasamos que en las que tenemos éxito. Pero esto no sé si es un fracaso. A ese rótulo lo tendría que poner, en todo caso, la dirigencia. Yo sí sé que hubo condimentos que hicieron que esto terminara como terminó: los constantes cambios en el equipo, el contexto de la Liga, el encierro en los hoteles, las pocas chances de practicar en condiciones relativamente normales. Yo por fracaso entiendo otra cosa. Acá creo que no se cumplieron los objetivos de la dirigencia y del entrenador con el que se arrancó la temporada.

–Desde lo basquetbolístico, ¿qué impronta trataste de darle al equipo en la Liga Nacional y en la Champions?

–Al principio intenté cambiar dos o tres situaciones. Nuestro primer objetivo en ataque fue subir la cantidad de posesiones por partido, lo que implicaba tomar más decisiones y, quizás, equivocarnos más. Era una apuesta táctica. También cambiamos algunas ofensivas para los tiradores, en el pick and roll y para juego interior. En defensa modificamos algunas situaciones determinadas, con dos o tres reglas muy claras. Las respuestas estuvieron dentro de lo que yo quería para el equipo. Después, por supuesto, hubo un montón de cosas que no se dieron como esperábamos.

–¿Cuánto lograste transformar y cuánto faltó para, quizás, llegar un poco más arriba?

–La primera pauta es que los jugadores empezaron a manejar muy rápido el «idioma» con el que yo quería trabajar. En determinadas situaciones defensivas noté que los jugadores estuvieron convencidos de que queríamos esto, esto y esto. Después, en los partidos muchas veces lo hicimos bien y muchas veces lo hicimos mal. Faltó, sin dudas, tiempo de entrenamiento y, creo, de internalizar lo que teníamos que hacer para «creérnosla» un poco más. Pero los vi convencidos. Eso a mí es lo que me deja tranquilo.

–De hecho, tu arranque fue positivo en cuanto a resultados.

–Debuté en «medio partido» con Platense, porque era un juego suspendido al que le quedaban minutos por completar. Veníamos de varias derrotas al hilo y cortamos esa racha negativa. De ahí nos fuimos a Brasil. Nuestro primer partido completo conmigo como entrenador fue contra Minas Tenis: hicimos un juego bárbaro desde lo que planificamos a lo que ejecutamos. Fue excelente. Y ganamos. Al otro día, con Flamengo, también tuvimos un partido bárbaro y perdimos. Ahí me planteé que quería que lográramos ciertas cosas en cancha más allá de los resultados.

–¿Cómo les llegaste a los jugadores? Me gusta una frase que usa mucho Rubén Magnano: la de la autoridad reconocida y no impuesta.

–Hay un libro de Jorge Valdano en el que habla de dos formas de liderar: por persuasión y por percusión, que es algo como un golpe y un «Acá se hace lo que yo digo». A mí me parece que la mejor forma es la persuasión y es la que más se emparenta con mi forma de ser. Hay que tratar de convencer a los jugadores de que lo que yo estoy diciendo es lo mejor para todos. Con el liderazgo no hay fórmulas y tampoco hay que copiar. Me encantaría liderar como Rubén Magnano, pero no lo voy a poder hacer porque hay una historia personal de cada uno. Yo puedo imitarlo, pero sería una copia y probablemente inclusive fuese una copia falsa. Hay que usar las armas que uno tiene de la mejor manera.

–Con varios jugadores compartías plantel hace años y eso seguramente contribuyó.

–Con Santiago Scala y Pablo Espinoza compartimos hace tiempo, no sólo plantel sino también charlas. Cuando jugábamos Liga de Desarrollo siempre hablábamos con ellos sobre determinadas situaciones que hacíamos con los pibes. Ahora traté de trasladar algunas de esas cosas al equipo de Liga Nacional y me parece que las tomaron y se sintieron cómodos con eso. Ayudó haber estado con ellos un tiempo antes. Que me conocieran y, sobre todo, que conocieran mi forma de trabajo.

–¿Sentís que estaban para más o se cumplió ese dicho de que la Liga te pone en el lugar que te corresponde?

–El dicho es cierto. A nosotros, la Liga nos puso donde teníamos que estar de acuerdo a lo que fue nuestra temporada. Llegamos muy cortos a la instancia decisiva y si nos tocaba San Lorenzo, que fue lo que pasó, era muy difícil, pero si nos tocaba Quimsa también era muy complejo. Y si nos tocaba Boca, también. Con los cuatro de arriba era recontra difícil. Todos los semifinalistas tenían dos jugadores por puesto. Y nosotros no teníamos eso. Estuvimos para terminar donde terminamos. Es más, podríamos haber quedado fuera en el cruce con Olímpico. En cuartos nos podían tocar San Lorenzo o Quimsa. Y era lo mismo, porque iban a desnudar nuestra realidad y nos iban a poner donde teníamos que estar.

 

Colaboración especial: Lucas Llerena

Fotos: La Liga Contenidos

 

LEÉ MUCHO MÁS DE LA ENTREVISTA CON «EL NEGRO» PEIRONE

Gustavo Peirone: «No sólo soy mejor entrenador que hace tres meses, sino que tengo otra cabeza como persona»

Peirone y el COVID: «Tuve miedo cuando me contagié, pero vivimos de esto y tuvimos que bancarnos ciertas cosas»

Peirone y el trabajo en la cantera de Instituto: «Entrenar a los pibes te obliga a aggiornarte permanentemente»

Peirone: «Seba González es un entrenador top pero no tiene ni un poquito de vedettismo»