La vida de Rubén Magnano se hizo libro: “Al final de cuentas, terminás siendo un gran diálogo de valores”

El DT del oro olímpico con la selección argentina de básquet y múltiple campeón con Atenas explica las razones que lo motivaron a esta nueva aventura. Aceptación, desafío, coraje. Las palabras cobran sentido y sentimiento.

Entrevista: Jorge Luna Arrieta | Fotos: Facundo Luque

 

Silencio. Se toma su tiempo. Cada palabra sale macerada, con la cocción justa. Su ritmo no corre porque va a paso firme para que esas palabras no se amontonen. Todas tienen su lugar, su momento, su profundidad. Rubén Magnano habla y es de esas personas que vale la pena escuchar. Atenas resuena en su vida. DT campeón con la Generación Dorada en la tierra donde nacieron los Juegos Olímpicos. Y multicampeón de todo con el Atenas de acá, ese pequeño club de barrio al que ayudó a volverse gigante. Pero en la vida de este villamariense que está por cumplir 69 años hay mucho más. Y en el libro que lleva su nombre, escrito por el periodista Gabriel Rosenbaun, hay mucho más. Su vida hecha palabra.

“Es un poco curioso que haya decidido hacer el libro. Si bien hubo muchos ofrecimientos para hacerlo, fui bastante reacio. Pero el hecho seductor de Gabriel (Rosenbaun) para que yo accediera para empezar a descascarar mi vida fue bastante interesante y, a partir de ahí, entrar a comentar y a darle un peso específico a los hechos conceptuales y a los hechos vividos a través de los relatos, del recuerdo, aquello de las vivencias y fue tomando cuerpo con un análisis paralelo de Gabriel de todo lo que sucedía. Y eso fue volcado página a página. Ahora, con mucha expectativa”, dice Magnano sobre sus primeras sensaciones.

“En cuanto a mi persona, mi sentimiento es no haber caído, no haber reflexionado de los logros que me tocó vivir, con un peso bastante importante, incluso cosas épicas. Pero con este desandar, estoy convencido de que el valor que tiene el libro es el hecho de la experiencia misma, que es la que queda por encima de cualquier resultado”, agrega.

Y completa: “El valor agregado que tiene esto es el camino que recorrés y cómo lo recorrés. Con todos los logros, con todas las adversidades; los sabores amargos, los sabores dulces que tocan vivir, sobre todo en el deporte. Uno no tiene que ser frágil de memoria. Esto es traer, recuperar un poco los grandes puntales donde se apoyó mi vida, como persona y como entrenador. Desde mis padres, fundamentalmente ellos, Patricia (la esposa de Rubén), mis hijos… Verdaderos apoyos en mi crecimiento. Hay un aspecto que para el entrenador es vital, que yo lo remarco, y que es la aceptación por parte de la gente que te toca conducir y yo soy un agradecido de esa aceptación porque sin eso no existiría este libro y yo no estaría acá sentado para hablar de todo esto”.

Aceptación. Eso no se regala. Se construye, se gana. Y desafío. Esa es otra palabra que aparece muchas veces en esta charla. El que empezó a estudiar ingeniería agronómica y, de repente, cambió a profesorado de educación física, casi a espaldas de su papá Hugo, con el apoyo más compinche de su madre. Hubo una promesa de hacer las dos carreras en paralelo. “A los dos meses estaba muerto”. Y ya se tiró para el lado de la educación física. “A veces no dimensionamos el grado de contención y de soporte que es la familia. Para mí es un valor agregado que tendremos que valorar y recuperar”. O como cuando dejó de ser profesor en el Colegio Peña, con el sueldo fijo, para ser entrenador de básquetbol en la entonces aún incipiente Liga Nacional.

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