Por Gabriel Rosenbaun

 

Por segunda vez en su historia, Atenas caminó por la cornisa. El Griego, el único club con presencia perfecta desde la creación de la Liga Nacional en 1985, zafó con lo justo al ganarle la serie por la permanencia a Bahía Basket. El base Pablo Bruna había experimentado varias veces la adrenalina de jugar por el ascenso del TNA a la Liga, pero no había vivido la tensión de una serie para evitar la caída a la Segunda División. Ahora la vivió y, por eso, cuenta qué pasa por la cabeza y el corazón de un jugador puesto en esa situación.

«Es una sensación totalmente distinta. Jugar por un descenso es pura tensión, más en un club como Atenas, con toda su historia, con todo lo que significa para la Liga. Es el único equipo que no descendió nunca. Antes y durante la serie yo pensaba la comparación con lo que pasó con River al fútbol: me imagino que deben haber vivido una tensión así, aunque con otro resultado. Afortunadamente, nosotros dejamos a Atenas en la Liga», dice.

–En este contexto tan atípico de jugar en burbujas, ¿se percibía el «ambiente»?

–Era todo muy raro. En un momento, al final de la fase regular, nos habían dicho que se iban a suspender los descensos. Pero la confirmación no llegaba nunca. No sé qué pasaba en el «ambiente», en el afuera, pero Cristian Colli, el entrenador, se crió en el club, y Leo Lema, por ejemplo, sentía una responsabilidad enorme. Los más grandes, como Fede Mansilla, Juan Manuel Torres y yo tratábamos de absorber esa presión para estar un poco más en los detalles que nos podían hacer ganar la serie. Al entrar a la cancha notabas tensión, concentración, cada pelota era la última.

–Ascendiste dos veces del TNA a la Liga. ¿Cuánta diferencia hay entre la adrenalina de querer ir para arriba y la de estar frente al abismo de perder la categoría?

–La posibilidad del descenso te puede llegar a paralizar. Las motivaciones también son diferentes. En los dos casos te acostás y te levantás pensando en el partido, pero en esta situación decís: «No quiero estar acá, quiero que se termine rápido y chau». En cambio, cuando estás jugando por el campeonato no querés que se termine, querés seguir disfrutando, aun cuando te toque perder. Al otro día pensás: «Qué lindo, ojalá vuelva a jugar otra final». Cuando jugás por la permanencia estás todo el tiempo pidiendo que se termine esa angustia.

–¿La falta de certezas sobre la suspensión del descenso los alteró en algo?

–Sin duda. En la última burbuja, en Buenos Aires, con diez partidos por delante para salvarnos, teníamos más la cabeza en si se confirmaba la noticia de que se suspendía el descenso que en otra cosa. Nos fuimos de eje. Pero lo tomamos como una enseñanza, porque antes de la serie por la permanencia se empezó a hablar que si volvía Caio de España o si podían sumarse otros refuerzos en el rival. Y desde el primer momento nos dijimos: «Preparémonos nosotros, en las prácticas, en el hotel, creemos nuestra propia burbuja y no estemos atentos a qué hace o deja de hacer Bahía Basket».

–¿En algún momento se hizo explícito, en el plantel, que se estaban jugando la permanencia del único club que no descendió nunca? 

–Cada uno lo sentía y se había asumido un compromiso. Era una responsabilidad muy grande: estábamos defendiendo una camiseta muy importante no sólo para Córdoba, sino para el básquet argentino. Tratamos de que todo eso se transforme en energía positiva para entrenar, para plantear el juego. Sí hubo, de parte de Bruno Lábaque (mánager del equipo), algo que nos marcó. En uno de los últimos entrenamientos en el Cerutti, cuando las piernas no daban más y el foco se estaba yendo, nos dio una charla hablándonos del amor por el club, de los banderines y las camisetas que hay en ese estadio. Nos hizo vivenciar toda la historia de Atenas. Nos movilizó aun más y nos hizo sacar algo extra para seguir preparándonos.

–¿Cómo fue ese momento?

–No fue una charla tranquila, sino un «reto» en medio de un entrenamiento. Veníamos entrenando sin descanso hacía cinco o seis días y era lógico que algunas cosas no salieran como estaban planeadas. Bruno paró la práctica y usó toda su experiencia: levantó la voz y nos dio una charla de 10 ó 15 minutos en la que nos remarcó lo que nos estábamos jugando y nos habló de toda la historia del club, de lo que representa para la Liga. A veces la cabeza empieza a irse para otro lado y te ponías a pensar qué estaría haciendo Bahía o qué podían llegar a decir si perdíamos o si ganábamos. Con ese reto, Bruno nos hizo meter de nuevo en la «burbuja Atenas» en el momento justo para focalizarnos en la recta final para cumplir el objetivo.

–En lo personal, ¿cuánto te sacudió esa intervención de Bruno?

–Me movilizó. Nací en Córdoba y empecé a jugar al básquet en la escuelita de Marcelo Milanesio. Me crié admirando a este club, idolatrando a sus jugadores, y ahora era uno de los jugadores que tenía en sus manos cumplir el objetivo de dejarlo en la Liga, para que esa historia siguiera siendo la de siempre y no tuviera manchas. No es la muerte de nadie, pero ninguno quería ser parte del equipo que se fue al descenso por primera vez con Atenas.

–Para Atenas fue una temporada traumática de principio a fin. Antes de comenzar la Liga falleció su técnico, Osvaldo Arduh, que te había dirigido en Instituto.

–Desde el principio de temporada, Atenas sabía que jugaba para salvarse. Pero a poco de comenzar sufrió la muerte del técnico, un técnico muy especial. O lo amabas o lo odiabas. Y generalmente lo terminabas amando, porque era muy frontal, muy sincero, y si te tenía que decir algo te lo decía sin importar que fuese Milanesio, Lábaque o Bruna. A eso, el jugador te lo valora. El Turco había tenido la posibilidad de armar el equipo él y estaba muy contento con el desafío. Era un plantel que sólo podía dirigir él, sin desmerecer, por supuesto, a Cristian Colli y Nico Arduh, que hicieron un trabajo gigante y se pusieron una mochila muy pesada.

–El equipo, inclusive, parecía shockeado psicológicamente durante buena parte de la Liga.

–El equipo se castigaba mucho cada vez que perdía. No se permitía el error. Durante los mismos partidos, por ahí íbamos ganando por 10 ó 15 puntos y el «miedo a ganar» nos paralizaba. Y a medida que iban pasando los partidos se fue haciendo una bola grande y cada vez más complicada. En la permanencia teníamos que enfrentar a Bahía Basket, lleno de pibes, que no tenían la presión de Atenas y encima no cargaban con nuestras irregularidades. Ganar la serie por la permanencia de la manera en que la ganamos nos hizo muy bien. Podemos inflar el pecho: dimos la cara por Atenas en una situación muy difícil. Cumplimos el objetivo y dejamos al club en la Liga.

–¿La experiencia fue fundamental para cumplir ese objetivo?

–En el segundo partido se notó más que en los momentos clave los chicos de Bahía buscaban algo que no tenían y nosotros sí.

A los pibes de Bahía los felicité y les dije que tenían que estar orgullosos: son muy jóvenes y recién se están desarrollando en el profesionalismo. No es fácil manejar las presiones. Y no es sólo en la cancha. Por ejemplo, nosotros tuvimos a Juan Manuel Torres, a quien no le tocó jugar mucho, pero estuvo todo el tiempo pendiente de que los más pibes no se desesperen, tengan paciencia y no se enojen por cosas que no había que enojarse. A eso te lo da la experiencia.

–¿La mochila de tensión se va al momento en que termina el partido o tardás en procesarla?

–La descargás al toque. A Cristian Colli le hicieron la nota apenas terminó el partido y ya estaba totalmente emocionado, sacándose una mochila y un peso que lo tenían mal. Apenas terminó el partido lo fui a abrazar a Leo Lema y me dijo: «Peso 30 kilos menos, te juro que no podía más».

 

Fotos: La Liga Contenidos

 

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